"Mas los bravos que unidos juraron, su feliz libertad sostener; a esos tigres sedientos de sangre, fuertes pechos sabrán oponer"

miércoles, 4 de abril de 2012

El relato de Malvinas.


Con motivo del 30º aniversario de la recuperación de nuestras Islas Malvinas.

  La derrota se efectúa únicamente cuando se agacha la cabeza”

Han pasado treinta años del desembarco argentino en las islas Malvinas. Una brillante operación militar llevada a cabo con estudio y decisión para poner fin a la potestad británica sobre aquella porción de tierra usurpada injustamente en 1833. Para el mediodía de aquel 2 de abril de 1982, nuestra bandera que desde su creación no conoció la derrota en la guerra, volvía a mezclarse en el cielo austral.
Sin embargo no voy a escribir sobre la Operación Rosario, ni cuestiones vinculadas a las acciones bélicas, ni juicios morales a los pusilánimes altos mandos de las Fuerzas Armadas, tampoco sobre la política del actual Gobierno en lo que concierne a la negociación de la soberanía de las islas. Para esto ultimo basta leer la ultima publicación del blog. (Tras un telón de neblinas).
Quise escribir dos días después del 2 de abril por dos razones. La primera: debo confesarlo, no estaba en condiciones de poder volcar mis sentimientos, ideas y opinión sobre el papel. Como si la tinta del tintero se hubiese agotado o secado. Costaba a mi mano avanzar con esfuerzo sobre la hoja, y tomé conciencia que  lo mejor sería no escribir por el momento.  Así sucedió.
La segunda: Estaba con cierta incertidumbre de lo que iba a ocurrir en el país con motivo de estas fecha tan especial. Discursos, actos, anuncios, etc. Es así que después de ver manifestado todo esto, iba a emprender la hermosa tarea de llevarlo a este espacio.
¿Y ahora que decir?

Esperaba de este 2 de abril, que no pasa a ser uno más –ninguno debería serlo- una jornada diferente. Tuve la ilusa idea de ver serios homenajes y reconocimiento al soldado argentino sin distinción de jerarquía; discursos más románticos y objetivos, que renunciando momentáneamente al oportunismo de la sucia política se tuviera un poco de sensibilidad con el tema; mayor despliegue de la sociedad toda a acompañar ese día. Y me encontré con los mismos tímidos que cantan el Himno nacional a un tono de voz que se hace imposible distinguir entre el sonido y la ausencia del mismo, como si hubieran perdido el habla y el respeto al país al mismo tiempo. Una avenida 9 de julio colmada días antes por una carrera de automovilismo, la del TC 2000, y para la fecha conmemorativa vacía, sin ningún desfile de los ex combatientes de Malvinas, ni acto alguno de relevancia, mas que los mismos discursos vacíos y casi obligatorios que efectúan los gobernantes y funcionarios. Reclaman por Malvinas, denuncian el abuso inglés, pero es el mismo inglés el que se sigue llevando los recursos de este país.
De aquí deduzco la razón de porque hoy, treinta años después con los respectivos gobiernos que se sucedieron, sus modelos y proyectos políticos, el relato derrotista de Malvinas sigue vigente. Solo prevalece en la flaca imagen colectiva de la sociedad la ambición de Galtieri y su adicción al alcohol, el pobre muchacho forzado a tomar un fusil e ir a la guerra, el hambre, el frío, el maltrato por parte de los cuadros militares, la facilidad con que el invasor inglés volvió a retomar el archipiélago, y lo más gracioso que la guerra no fue apoyada por el pueblo. Basta ver la plaza de Mayo en las jornadas de abril para corroborar la veracidad de aquella tontería.

Un relato puede ser maravilloso, fantástico; reflexivo o entusiasta. No obstante, guarda un gran error. Que es un relato. Y esto mismo se traduce como la narrativa que responde al individual provecho en pos de un interés particular. Es así que se renuncia a la intensa búsqueda de los acontecimientos o sucesos tal cual fueron para instalar una visión distorsionada de los mismos. Caduca el análisis y método que exige la contemplación de un echo concreto para realizar una conclusión lo más estricta posible y lejos de responder a caprichos personales. Todo es una fábula, una historieta, y una falacia.
No hago mención a la verdad, porque esta última palabra puede interpretarse y conlleva un sinfín de significados desde la ausencia de mentira hasta su expresión más abarcativa en relación a la deidad. Pero eso es otro tema ajena a esta exposición.
La instalación de ese relato es lo que se traduce como “desmalvinización”. Es decir, anestesiar a la conciencia común de la sociedad en cuanto se trata de Malvinas y lo que sucedió principalmente en la guerra. Este proceso se inicia con la misma Junta Militar tras haber rendido al personal en guerra el 14 de junio de 1982, y se prolongó en los diversos gobiernos democráticos hasta el actual.
Es evidente que esto no se llevaría a cabo si no fuese por cierta prestancia de la sociedad a dejarse engañar. La misma que pedía en marzo del 82 el fin del gobierno militar, la misma que en abril vivó la guerra, la misma que durante el conflicto se preocupaba más por el mundial de España que por sus compatriotas en el frente de batalla, la misma que los olvidó o calificó despectivamente tras el cese del fuego.
¿Será acaso que la creencia de los relatos corresponde a la idiosincrasia del pensar argentino? ¿Sera además producto de la mediocridad imperante o la falta de interés por lo propio? No lo sé.
Oí decir más de una vez que la única guerra que se pierde es la que se olvida. Y no encuentro error a aquella sabia oración.
Hoy por hoy, Malvinas ocupa casi las primeras tituladas de los diarios. Pero esto, al menos desde mi opinión, se relaciona a intereses electorales o ardides distractores del Gobierno para desorientar la vista de la opinión en las falencias de un modelo que empieza a quebrarse por haber sido construido precisamente, sobre la mentira.
Para aquel buen lector que tenga la paciencia de leer este artículo, solo quiero dejar una última reflexión al respecto.
Los actos heroicos en la guerra del Atlántico Sur son demasiados, y su número no corresponden a centenar de ellos si no a miles. No voy a negar los abusos y la cobardía con que los generales de escritorio llevaron a cabo la guerra, ni la deficiencia logística, ni cuantiosos errores que hoy hacen que nuestras islas sigan en posesión inglesa. Pero eso solo es una parte de la historia, y no su verdad.
En Malvinas se combatió, y se combatió no bien, muy bien. “Los argentinos no somos empanadas que se comen con solo abrir la boca” había escrito una vez el más ilustre argentino, Don José de San Martín. Y el soldado inglés reconoce que así fue.
 Basta ver como titula el Brigadier británico Thompson su libro en donde narra lo vivido en la contienda. “No picnic” .Que un orgulloso jefe inglés diga que la guerra no fue un paseo dista mucho de lo expuesto por la historia oficial argentina. La bibliografía extranjera es más justa en cuanto al merito del soldado argentino que la propia. Mientras nosotros nos abocamos a contar solo aquellas historias de cobardía, estaqueamientos, hambre y derrota, nos olvidamos de nuestros soldados vivos que merecen más que una pensión económica por haber defendido el honor nacional, totalmente ajeno a las demencias de unos pocos traidores.
El justo reconocimiento de acobijarlos y condecorarlos en nuestra conciencia y nuestro corazón con el título de héroes de la Patria no me parece algo descabellado, si no justo.
 Quien haya tenido la oportunidad de entablar un diálogo o escucharlos hablar en alguna escuela o conferencia se dará cuanta de cuanta riqueza de vida tienen estos hombres por transmitir a sus compatriotas.
Sigo sosteniendo que la falta de patriotismo nos lleva a tan calamitosas penurias que como argentinos pasamos. Desde lo institucional, lo económico y hasta en lo personal. Cada país tiene lo que se merece se suele decir. Que esa sea la excusa de los que denotan pusilanimidad. La Argentina tiene que ser mucho más de lo que hoy tristemente es. ¿Hace falta describir?

Siempre me ha llamado fuertemente la atención una común oración que, al menos en lo que a mi respecta, me hace pensar un poco más…que cada ex combatiente, cada uno de ellos,  siempre digan lo mismo: “Si tengo que volver, volvería”
Semejante convicción desnuda la mentira de un relato de cobardes y desertores. 

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