"Mas los bravos que unidos juraron, su feliz libertad sostener; a esos tigres sedientos de sangre, fuertes pechos sabrán oponer"

viernes, 27 de julio de 2012

La devaluación de la Historia.


“La Historia la escriben los vencedores, y el relato los cobardes”.

Sin duda alguna la Historia es lo más preciado del hombre. Es su pasado mismo, su caminar, su progresar. La Historia es escrita por él, no con una pluma, si no con sucesos, acontecimientos, y una infinidad múltiple de hechos que van originando su desarrollo.
Es un cajón de reliquia donde se atesoran emociones, heroísmo, magnanimidades y también atrocidades y abominaciones. Así es el hombre. Y el hombre es historia y presente.
Alguien expuso una vez: Dicen que la Historia se repite, pero sus lecciones nunca se aprenden. Y es verdad. Hay un sinnúmero de ejemplos por citar para corroborar esto. Héroes, tiranos, guerras, y actos grandiosos sucederán y van a seguir sucediendo porque el hombre es un ser en contradicción constante. Así es que tristemente, la historia se repite sin haber aprendido sus enseñanzas.
No obstante voy a ser breve. No voy a tratar aquí la esencia filosófica de la historia, otros se han ocupado del tema y diría que han escrito cosas más interesantes de las que yo pueda aportar. Pero deseo ocuparme de una cuestión que yo llamo la devaluación de la historia. Es decir desvalorizar la historia y acomodarla groseramente a los propios intereses que uno persigue, sea por fines ideológicos o mercantilistas. Cuando la historia es manoseada se acomete un grave atropello con la humanidad misma, porque se lega al porvenir una mentira putrefacta que va a desarrollarse con las nuevas generaciones.
Sin embargo ¿es acaso cierto que el hombre escucha aquello que le gusta y aborrece aquello que le disgusta? Bajo este criterio ¿existe propiamente la objetividad en la contemplación de la historia? ¿Es realmente una fantasía la verdad histórica y es una realidad la distorsión de la historia sea por negligencia tras perseguir propias convicciones o por mundanos fines partidarios o particulares?
Hay mucho de cierto en esto, e implica un enorme esfuerzo a aquel amante de la historia mirar las dos caras de la moneda. Sin duda alguna, inexorablemente se tomará preferencia por tal o cual tendencia, personaje o postura histórico ideológica. Pero como escribió un buen poeta “la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”
Aquel sujeto que examina cuidadosamente la historia, estudiando y leyendo tantas cosas que aparezcan para abordar una recta conclusión o apreciación histórica, es sin duda un individuo que rompió aquellas cadenas del egoísmo ideológico que se guarda cuando uno toma partido –en mayor o menos medida- por alguna tendencia o idea.
Así en la historia aparecen los revisionistas, los oficialistas y algo nuevo que surgió hace poco. Los re revisionistas.
Quiero ocuparme a continuación de algo que no deja de asombrarme cuando no indignarme dolorosamente. Y es como ya dije, el manoseo degenerado de la historia.
Todo gobierno que aspira a perpetuarse en el poder tanto sea por imposición de las armas, por adulación de las masas o por violación y reforma de la Constitución y las leyes, claramente da evidencias para tan dinástico fin, un ansia de manipular la historia y sus valores, a modo de construir un nuevo orden o restructuración del pensar nacional.
Goebbels, el ministro de las propagandas de la Alemania nazi, es el mayor ejemplo que uno pueda citar. Su dominación fue tan descabellante y absoluta que arrastró a los alemanes a la ciega convicción de que iban a ganar la guerra aún cuando los soviéticos avanzaban sobre la humeante Berlín. Fomentó un germen en el pensar de su pueblo que han sido escasos, muy poco lo que no han aplaudido y bramado el tan conocido ¡Heil Hitler! El resultado ya todos lo conocemos…
Cristina Kirchner presentando el billete de Eva Perón.
Perón, a quien gustaba ser adulado y aplaudido, obligaba colgar cuadros con su figura en cada  despacho, y en las escuelas se enseñaba a los niños a dar sus primeros pasos en la escritura con oraciones como Eva y Juan me miman o Perón es un trabajador antes que las sencillas y sanas palabras “mamá y papá”. Para el dolor de los nacionalistas y peronistas, su caudillo fue tan intolerante, poco demócrata y bonapartista –entendido como un autopropulsor y propagador de su figura- como lo que vino después. El golpe del ’55 y la proscripción del justicialismo.
El presente gobierno que gusta auto denominarse “nacional y popular” malgastando el erario publico en pan y circo antes que en los verdaderos resortes del progreso social como lo son la educación y el trabajo digno, constantemente a través de sus mecanismos de propaganda como instituciones estatales intenta imprimir en la conciencia social un relato histórico que exalte sus propios esfuerzos por la felicidad del país. Dividiendo a la sociedad entre buenos y malos. Gorilas y progresistas. Compañeros kirchneristas o aliados de las corporaciones golpistas y criminales.
Así es que han instalado un relato histórico de todo lo que ellos significan. Entonces la inseguridad no existe, si no que hay “una sensación de seguridad” como expresó más de un ministro kirchnerista. La inflación es algo despreciable en comparación con el crecimiento del país, cuando la góndola de los almacenes y mercados indican otra realidad.
El empobrecimiento del país responde al abuso de los oligarcas y corporativistas y no a las deplorables políticas sociales que aniquilan la cultura del trabajo con todo lo que ello significa.
La mentira desatada del proyecto kirchnerista no solo arremete con las situaciones críticas del presente. Su expansión va mucho más allá pasando por los setenta, hasta golpear la imagen de Roca calificándolo como un genocida y buscando desplazar su imagen de los billetes por los de Eva Perón.
En lo que respecta a los setenta es común hoy ver y comprar una cara de la moneda. No estarán aquellos pobres ignorantes que me tilden de represor o pro dictadura por tocar lo que significa una verdad absoluta indiscutible por los ebrios del relato.
Entonces aquellos movimientos subversivos apátridas, que anhelaban una Patria con otros valores y hasta otra bandera que no era la de Belgrano, surgidos durante gobiernos constitucionales, y no dictatoriales, pasan a ser jóvenes idealistas y sus bombas contra militares y cuanto radio los rodeara son actos de heroísmo y magnamidad. Los criminales son solo los militares que jugaron una guerra sucia propia de una contienda no convencional, como la misma guerrilla que la alentó con sus aparatos combativos.
Creo que el intento del copamiento de la Tablada por extractos de la guerrilla en pleno gobierno democrático de Alfonsín desenmascara claramente el idealismo de aquellos “buenos muchachos”
Sintetizando, los años setenta con todo lo que ello representa es un suceso histórico muy sensible y delicado que merece ser tratado con sumo estudio.  Lejos claro, de pasiones ideológicas y banales. Pero siempre se cae en el gravísimo error de tomar partido y santificar una parte de aquellos años violentos y difíciles que tanto daño causaron al país.
Hoy los derrotados son los militares, que deben pagar el caro precio de los errores de sus antecesores. La sabia máxima de ni vencedores ni vencidos, no tiene lugar en esto. Y la consigna “¡el que no salta es militar!” es muy fácil decirla y cantarla en los tiempos de hoy…
Roca tampoco es ajeno a las embestidas revisionistas largadas por el Gobierno desde su Instituto de Revisionismo Histórico.
Julio A. Roca
Para aquellos que conocemos la vida de Roca, sin duda es un personaje polémico. Sin embargo sus logros no son tenidos en cuenta. Hoy pasa a las generaciones presentes como un genocida que mataba indios sin piedad, cuando los indios buscaban formar sus Estados aparte, del que hoy llamaríamos nacional, y hasta vestían uniforme de guerra europeo. Saqueaban poblaciones, tomaban prisioneros, y destruían cuanto perteneciera al hombre blanco. Tampoco eran originarios como se dice, muchos de ellos migraron desde Chile masacrando a los nativos autóctonos para instalarse ellos mismos. Si Roca no hubiese echo su campaña al desierto, donde no se van a negar los desmanes propios de cada guerra, la Patagonia seguramente sería chilena puesto que el país tras andino apreciaba con mayor interés aquella región que otros presidentes argentinos, como la famosa frase de Sarmiento de que aquel desierto no vale ni un barril de pólvora para su defensa.
¡Pero que importa que Roca haya organizado al Estado, separando el poder Estatal del clero, sancionando leyes propias de un orden institucional y haya realmente llevando al país hacia un progreso considerable! El siempre será en la historia argentina un criminal abominable que masacraba pobres indiecitos e indefensos…
La historia no es buena ni mala. Es. Y querer tergiversarla e idealizarla con sus respectivos personajes es en el error más común de aquellos que siguen relatos como lo que dicen ser historiadores.
La historia es algo sagrado para cada país. Es lo que hace la identidad y auto conocimiento del mismo pueblo.
Resulta difícil su apreciación si cada Gobierno que sucede busca acomodarla a su capricho y rescribirla a su celoso antojo. Aquí cobra valor la máxima de que la historia la escriben los vencedores…pero más apenante son aquellos cobardes que trazan un relato lleno de mentiras para justificar sus saqueos y fiestas en las orgías del poder.

















miércoles, 4 de abril de 2012

El relato de Malvinas.


Con motivo del 30º aniversario de la recuperación de nuestras Islas Malvinas.

  La derrota se efectúa únicamente cuando se agacha la cabeza”

Han pasado treinta años del desembarco argentino en las islas Malvinas. Una brillante operación militar llevada a cabo con estudio y decisión para poner fin a la potestad británica sobre aquella porción de tierra usurpada injustamente en 1833. Para el mediodía de aquel 2 de abril de 1982, nuestra bandera que desde su creación no conoció la derrota en la guerra, volvía a mezclarse en el cielo austral.
Sin embargo no voy a escribir sobre la Operación Rosario, ni cuestiones vinculadas a las acciones bélicas, ni juicios morales a los pusilánimes altos mandos de las Fuerzas Armadas, tampoco sobre la política del actual Gobierno en lo que concierne a la negociación de la soberanía de las islas. Para esto ultimo basta leer la ultima publicación del blog. (Tras un telón de neblinas).
Quise escribir dos días después del 2 de abril por dos razones. La primera: debo confesarlo, no estaba en condiciones de poder volcar mis sentimientos, ideas y opinión sobre el papel. Como si la tinta del tintero se hubiese agotado o secado. Costaba a mi mano avanzar con esfuerzo sobre la hoja, y tomé conciencia que  lo mejor sería no escribir por el momento.  Así sucedió.
La segunda: Estaba con cierta incertidumbre de lo que iba a ocurrir en el país con motivo de estas fecha tan especial. Discursos, actos, anuncios, etc. Es así que después de ver manifestado todo esto, iba a emprender la hermosa tarea de llevarlo a este espacio.
¿Y ahora que decir?

Esperaba de este 2 de abril, que no pasa a ser uno más –ninguno debería serlo- una jornada diferente. Tuve la ilusa idea de ver serios homenajes y reconocimiento al soldado argentino sin distinción de jerarquía; discursos más románticos y objetivos, que renunciando momentáneamente al oportunismo de la sucia política se tuviera un poco de sensibilidad con el tema; mayor despliegue de la sociedad toda a acompañar ese día. Y me encontré con los mismos tímidos que cantan el Himno nacional a un tono de voz que se hace imposible distinguir entre el sonido y la ausencia del mismo, como si hubieran perdido el habla y el respeto al país al mismo tiempo. Una avenida 9 de julio colmada días antes por una carrera de automovilismo, la del TC 2000, y para la fecha conmemorativa vacía, sin ningún desfile de los ex combatientes de Malvinas, ni acto alguno de relevancia, mas que los mismos discursos vacíos y casi obligatorios que efectúan los gobernantes y funcionarios. Reclaman por Malvinas, denuncian el abuso inglés, pero es el mismo inglés el que se sigue llevando los recursos de este país.
De aquí deduzco la razón de porque hoy, treinta años después con los respectivos gobiernos que se sucedieron, sus modelos y proyectos políticos, el relato derrotista de Malvinas sigue vigente. Solo prevalece en la flaca imagen colectiva de la sociedad la ambición de Galtieri y su adicción al alcohol, el pobre muchacho forzado a tomar un fusil e ir a la guerra, el hambre, el frío, el maltrato por parte de los cuadros militares, la facilidad con que el invasor inglés volvió a retomar el archipiélago, y lo más gracioso que la guerra no fue apoyada por el pueblo. Basta ver la plaza de Mayo en las jornadas de abril para corroborar la veracidad de aquella tontería.

Un relato puede ser maravilloso, fantástico; reflexivo o entusiasta. No obstante, guarda un gran error. Que es un relato. Y esto mismo se traduce como la narrativa que responde al individual provecho en pos de un interés particular. Es así que se renuncia a la intensa búsqueda de los acontecimientos o sucesos tal cual fueron para instalar una visión distorsionada de los mismos. Caduca el análisis y método que exige la contemplación de un echo concreto para realizar una conclusión lo más estricta posible y lejos de responder a caprichos personales. Todo es una fábula, una historieta, y una falacia.
No hago mención a la verdad, porque esta última palabra puede interpretarse y conlleva un sinfín de significados desde la ausencia de mentira hasta su expresión más abarcativa en relación a la deidad. Pero eso es otro tema ajena a esta exposición.
La instalación de ese relato es lo que se traduce como “desmalvinización”. Es decir, anestesiar a la conciencia común de la sociedad en cuanto se trata de Malvinas y lo que sucedió principalmente en la guerra. Este proceso se inicia con la misma Junta Militar tras haber rendido al personal en guerra el 14 de junio de 1982, y se prolongó en los diversos gobiernos democráticos hasta el actual.
Es evidente que esto no se llevaría a cabo si no fuese por cierta prestancia de la sociedad a dejarse engañar. La misma que pedía en marzo del 82 el fin del gobierno militar, la misma que en abril vivó la guerra, la misma que durante el conflicto se preocupaba más por el mundial de España que por sus compatriotas en el frente de batalla, la misma que los olvidó o calificó despectivamente tras el cese del fuego.
¿Será acaso que la creencia de los relatos corresponde a la idiosincrasia del pensar argentino? ¿Sera además producto de la mediocridad imperante o la falta de interés por lo propio? No lo sé.
Oí decir más de una vez que la única guerra que se pierde es la que se olvida. Y no encuentro error a aquella sabia oración.
Hoy por hoy, Malvinas ocupa casi las primeras tituladas de los diarios. Pero esto, al menos desde mi opinión, se relaciona a intereses electorales o ardides distractores del Gobierno para desorientar la vista de la opinión en las falencias de un modelo que empieza a quebrarse por haber sido construido precisamente, sobre la mentira.
Para aquel buen lector que tenga la paciencia de leer este artículo, solo quiero dejar una última reflexión al respecto.
Los actos heroicos en la guerra del Atlántico Sur son demasiados, y su número no corresponden a centenar de ellos si no a miles. No voy a negar los abusos y la cobardía con que los generales de escritorio llevaron a cabo la guerra, ni la deficiencia logística, ni cuantiosos errores que hoy hacen que nuestras islas sigan en posesión inglesa. Pero eso solo es una parte de la historia, y no su verdad.
En Malvinas se combatió, y se combatió no bien, muy bien. “Los argentinos no somos empanadas que se comen con solo abrir la boca” había escrito una vez el más ilustre argentino, Don José de San Martín. Y el soldado inglés reconoce que así fue.
 Basta ver como titula el Brigadier británico Thompson su libro en donde narra lo vivido en la contienda. “No picnic” .Que un orgulloso jefe inglés diga que la guerra no fue un paseo dista mucho de lo expuesto por la historia oficial argentina. La bibliografía extranjera es más justa en cuanto al merito del soldado argentino que la propia. Mientras nosotros nos abocamos a contar solo aquellas historias de cobardía, estaqueamientos, hambre y derrota, nos olvidamos de nuestros soldados vivos que merecen más que una pensión económica por haber defendido el honor nacional, totalmente ajeno a las demencias de unos pocos traidores.
El justo reconocimiento de acobijarlos y condecorarlos en nuestra conciencia y nuestro corazón con el título de héroes de la Patria no me parece algo descabellado, si no justo.
 Quien haya tenido la oportunidad de entablar un diálogo o escucharlos hablar en alguna escuela o conferencia se dará cuanta de cuanta riqueza de vida tienen estos hombres por transmitir a sus compatriotas.
Sigo sosteniendo que la falta de patriotismo nos lleva a tan calamitosas penurias que como argentinos pasamos. Desde lo institucional, lo económico y hasta en lo personal. Cada país tiene lo que se merece se suele decir. Que esa sea la excusa de los que denotan pusilanimidad. La Argentina tiene que ser mucho más de lo que hoy tristemente es. ¿Hace falta describir?

Siempre me ha llamado fuertemente la atención una común oración que, al menos en lo que a mi respecta, me hace pensar un poco más…que cada ex combatiente, cada uno de ellos,  siempre digan lo mismo: “Si tengo que volver, volvería”
Semejante convicción desnuda la mentira de un relato de cobardes y desertores. 

lunes, 20 de febrero de 2012

Tras un telón de neblinas...


Malvinas es para mí una palabra cálidamente acentuada en el romanticismo de mis sentimientos. Ella alberga la mezcla de sensaciones entre pasión, memoria, coraje, sensibilidad y patriotismo. Como así también dolor, tristeza y añoro.
Es por excelencia, aquella meta iluso o utópica que deseo alcanzar cumplida antes de mi deceso. Que mi Insignia a quien tanto venero se confunda flameando en el cielo austral y entonces, poder entonar con fervor ¡sean eternos los laureles que supimos conseguir!
Sin ir tan lejos, y algo más posible quizás, ansío un viaje hacia el cementerio de Darwin donde yacen bajo la turba helada los soldados de mi país. Y ahí si rendir mi homenaje a cada uno de ellos con el canto del Himno y una oración.
Pero dejando mis confesiones sobre ese tema sensible y delicado a mis sentimientos, me vuelco nuevamente al papel para trazar mi opinión sobre este repentino despertar de la causa Malvinas. Un despertar que llama la atención, no solo por la raíz de su cuestión si no por el contexto en el que surge. Veamos.
Recuerdo perfectamente que hace no más de seis meses atrás la palabra “Malvinas” apenas era citada en alguna lejana página de los diarios los 2 de abril. A una brevísima descripción de los actos conmemorativos se adjuntaba la pequeña imagen de ex combatientes reclamando o funcionarios con sus hipócritas  discursos. La cosa quedaba ahí.
Por la televisión tampoco se hablaba. Exceptuando el momento en que se exhibió la película Iluminados por el fuego, que marca un claro mensaje derrotista, no solo en el aspecto militar ya que negarlo sería propio de necios y locos, si en lo que concierne a la memoria de la historia argentina. Allí se plasmaba al pobre soldado hambriento y maltratado que se escondía entre las rocas mientras el combate se desencadenaba. Nadie pone en duda los abusos que se cometieron. Muchos de ellos movidos por el cobarde motor de la irresolución e incompetencia de los altos mandos. Por esto la guerra se perdió.
El subteniente Silva. Ya sin munición carga a la bayoneta...
No obstante ¿alguien escuchó hablar de como muere el Subteniente Silva? ¿O la hazaña de Gómez Centurión que en la noche bajo el fuego de los cañones fue a buscar a un compañero que la batalla lo había dejado al borde de la muerte y en el repliegue le prometió volver? ¿O la muerte de Estévez que su ultima orden fue “¡Soldado póngase el casco!” cuando un proyectil le impacta en pómulo derecho? ¿O de Tumbledown y el BIM 5? ¿O del bravo capitán Robacio? ¿O el joven soldado Portonelli que se queda solo voluntariamente protegiendo con una ametralladora la retirada de sus compañeros y jefes? Nuestros aviadores que se ganaron la admiración de todos, menos de los argentinos que apenas algún que otro sabe de que se trató su gallardía.
Retomando. Poco se hablaba del tema. ¿Para que seguir si ya se perdió? Se pensaba. Hasta que ahora, como una excitación de patriotismo se inician los debates y la sola palabra “Malvinas” viajan a la velocidad de los electrones por los diversos medios comunicativos.
Lo que a mi opinión llama la atención es aquel llamado del Gobierno por la causa Malvinas. Hace unos días convocó a hasta sus propios enemigos políticos incluyendo personajes de la oposición y el ex aliado Hugo Moyano a quien claramente hoy se intenta aniquilar. ¿Se trataba de aquella célebre frase de unidad que dijo Urquiza luego de Caseros, “ni vencedores, ni vencidos”? ¿Se buscaba de una vez por todas diluir las discordias y hacer cumplir aquel lema de Mayo de “Unión y Libertad”? No. Al menos para mí.
La señora Presidente viene insistiendo con inteligencia en dialogar por sendas diplomáticas la problemática sobre la posesión de las Islas Malvinas. Sus anuncios de impedir el arribo de buques de bandera de las mal llamadas Falkland y la búsqueda de apoyo por parte de la mayoría de los países latinoamericanos incluyendo, sorpresivamente, a los Estado Unidos.
Los resultados en cuanto a objetivos diplomáticos son poco más que buenos. Los países hermanos se han pronunciado contra la militarización del Atlántico Sur y unánimemente insisten en negociar las problemáticas al respecto.  
Ahora ¿Se trata esto de un interés patriótico del Gobierno? Para aquellos fanáticos sesgados y pusilánimes seguramente si. Pero si analizamos un poco el contexto en el que surge esto, sin duda hay, como dice la jerga criolla, “gato encerrado”. Es decir, algo sospechoso o de poca credibilidad.
Hace ocho años y unos meses que el Modelo Nacional y Popular –como gusta autodenominarse- está en el poder. ¿Ahora justo ahora se acuerdan de Malvinas?
Esta aventura, pues así la califico, ya que de patriotismo este gobierno ni tiene nada puesto que de lo contrario no descuidaría a sus compatriotas. “No se tiene patriotismo si no se cuida al compatriota” reza el noble Martín Fierro.
Cristina F. de Kirchner en pleno acto.
Un gobierno que miente descaradamente como si la sociedad tuviere retardos y autismos, que no combate la pobreza si no que engorda a los menos pudientes con planes sociales para manejarlos a capricho y antojo, que niega la problemática de la inseguridad y retira policías de diversos establecimientos públicos como los Hospitales, que manipulan la Educación, la cultura y los medios parecido a la doctrina Goebbels, que se empeña a sangre y fuego en acumular poder y aplastar a todo a cuanto se interponga, que desparrama el erario público en coimas, sobornos y negocios, que sus mandatarios aumentaron abruptamente sus patrimonios mientras estuvieron y están en sus funciones. Un gobierno que improvisa y no planifica, que es desprolijo, demagogo, ambicioso y que ahora, justo ahora, que se están quedando sin recursos por malgastarlos en pan y circo, que el contexto internacional en lo económico ya no es tan favorable como hace dos años atrás, que enemigos de peso como Moyano se empiezan a sublevar, y que finalmente, este es el ultimo mandato que la Constitución permite para el Gobierno, no sin antes embestir contra ella y reformarla para hacerla cetro y trono de desesperados déspotas.
Si se mira esto que cité resumidamente, se comprende claramente la pregunta si el resurgimiento brusco de la cuestión Malvinas se trata de un noble acto de Patria. ¡No!
De una manera geométricamente simétrica, el primer ministro británico David Cameron, a quien una tormenta de crisis económicas y sociales pone en serios riesgos la aceptación de su gobierno, se aferra de la cuestión del Atlántico Sur con el propósito claro de tapar o distraer los conflictos que alteran la comodidad de su gobierno.
Al igual que Galtieri y Tatcher en 1982, hoy tristemente vuelva a manosearse criminalmente la causa delicada de la soberanía de los archipiélagos australes bajo grotescos fines políticos.
Claro, y afortunadamente, no hay exposición –al menos desde la Argentina- de un certero conflicto armado. Más allá del arribo del Principito y poderosos buques de guerra de la Marina más prestigiosa del mundo, la cosa por ahora, no pasa a mayores.
El día 8 de Febrero del presente año el ministro de Defensa nacional expuso ante los medios:
“Quieren desestabilizarnos y ver si caemos en la tentación de llevar este conflicto al terreno de las armas. Tenga la seguridad de que no vamos a hacerlo”
“Los toleramos en Malvinas. Pero si llega a venir a territorio argentino cualquier fuerza armada inglesa, vamos a ejercer nuestro legítimo derecho de defensa, y tenemos capacidades y con qué hacerlo”.

Estas declaraciones dan una clara evidencia de contradicciones bobas y falta de inteligencia. ¿Cómo? ¿En las islas si y en el continente no? ¿No es acaso el archipiélago parte integra de la Argentina no solo en el sentido espiritual si no también – y con mayores fundamentos- desde la perspectiva geográfica? ¿No es una extensión del continente que emerge en el Atlántico en manchones de tierra barrida por el mar, la sal y el viento incesante?
El amontonamiento de maquinaria bélica en el archipiélago no debe ser una cuestión de tibia tolerancia. Exige una inmediata solución. Aunque es propio decir que la Presidente anunció cargos contra el Reino Unido en el Comité de Seguridad de la ONU. Vamos a ver en que termina esto.
El gobierno desde que asumió en el 2003, se mantuvo en una pujante campaña en contra de las Fuerzas Armadas. Castigadas por ser el linaje de funestos dictadores, y que generaciones ajenas a aquellos crímenes, deben pagar sin razón más que evidencias clara de odio y absurdas ideologías, la cuota de vestir el uniforme de armas.
Si las Fuerzas Armadas hoy existen no es por mérito del gobierno, si no porque el alambre y algo de ingenio hacen algún milagro. La ex ministra de Defensa Nilda Garré había confesado que no había munición ni para dos horas de combate…Por ende, que don Purriccelli se planteé nuevamente las supuestas capacidades de las Fuerzas que tiene a su cargo. Las invasiones ingleses quedaron hace dos siglos, y Liniers fue uno solo.
Inexorablemente hay dos formas de recuperar las islas Malvinas. O la guerra o la paz. No es propio describir la razón de porque una contienda bélica no es el medio adecuado para el fin propuesto. Basta convocar una pequeña porción de racionalidad y humanidad para que reflexione al respecto.
La paz es el más sano, justo y barato medio que debe emplearse. Si se desea una diplomacia eficiente en los logros propuestos es menester que el país a quien se representa tenga autoridad necesaria para afrontar la difícil problemática de negociar un enclave colonial en posesión de una potencia que no da señales de ceder, ni querer hacerlo. Dicha empresa exige de la seriedad, estrategia y astucia por parte del país denunciante. Y sus logros no se visualizarán en el corto plazo que duran los gobiernos de turno. Su planificación debe entenderse como causa nacional y esto se interpreta en la continuidad enérgica y coherente de medidas y acciones ajenas al signo político y duración de cada modelo de gobierno.
China no logró anexionar Hong Kong porque el Reino Unido en aquel momento haya estado con ánimos de negociación. Para fines del siglo XX, el gigante asiático era una de las economías más serias y fuertes del mundo. Además de su abarrotado arsenal bélico.
Si la Argentina está incapacitada para solucionar los inconvenientes internos ¿con que autoridad hallará respuestas a sus reclamos en el ámbito internacional? Es así que la sagrada causa de la soberanía de las Islas Malvinas, exige indudablemente, un país serio. Y ello se alcanza con un Gobierno interesado en el bienestar social e institucional. Que lejos de preocuparse por conservarse en el poder, se ocupe de las necesidades demandantes de las problemáticas sociales. De lo contrario estaremos ante un absurdo y no hallaremos más que frustrantes postergaciones en la cuestión de los archipiélagos australes.
Miro con mucha desconfianza los intereses del Gobierno en materia de Malvinas. A mi entender, se trata de una aventura menos costosa, en vidas y dinero, que la de 1982. Una cortina de humo para tapar los errores e intereses de un modelo contradictorio.
 El manoseo oportunista sobre temas sagrados, más aún cuando la sangre mezclada en la turba malvinense sigue fresca y sus actores vivos y muertos exigen el justo reconocimiento por parte de la Nación entera , es un crimen y un atropello sin otro fin que ambiciones personales relacionadas al poder.
Muchos al terminar de leer esto me tilden de pro británico. ¡Qué risa!
Por mi parte no sería un argentino si me callara algo que siento el deber de expresar. Que los bobos digan lo suyo. El tiempo ya dirá quien tendrá razón. Las premisas que me llevan a descreer del Gobierno están más que fundamentadas. No vi en el salón de los Patriotas Americanos de la Casa Rosada un solo retrato de algún héroe de la guerra del Atlántico Sur. Ni a Giachino, ni a Estévez, ni Portronelli, ni Carballo, ni siquiera una imagen del anónimo soldado que se aferraba a su fusil para hacer retroceder al fiero invasor. En aquel acto demagogo que pretendía ser memorable ocuparon más asiento los adulones de la agrupación oficialista de “La Cámpora” que los mismos excombatientes de Malvinas que debieron permanecer en las afueras de la Casa de Gobierno.
Ojalá me equivoque. Ojalá. Aunque sostengo fuertemente mi desconfianza para con las políticas de la señora Presidente. No hace falta una agudeza racional para entender semejante teatro que con su telón y figuritas pretende entretener a los espectadores, mientras se tapa las enormes fisuras que comienzan a quebrar la falsa solidez de un improvisado modelo de gobierno. Hay que ser muy ignorante para aplaudir y vivar una aventura que no deja de ser un crimen contra la sensibilidad y solemnidad que corresponde a la causa Malvinas.
Vuelvo a insistir. Uno de mis mayores anhelos es que mi Bandera sea izada todas las mañanas heladas en la soledad de las islas australes. Si estaré o no vivo para ello, es cosa menor. Lo importante en que se cumpla. Nada más. 

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la Guardia del Sur, 09 de Febrero del 2012. PANFLETO "El tambor de Tacuarí" 6ta publicación. 

viernes, 27 de enero de 2012

De la Democracia


Democracia. El gobierno del pueblo. Eso es precisamente el significado de dicha palabra.
Suena tan maravilloso, tan puro y tan indestructible.
Pero basta con mirar tan solo nuestro país, la Republica Argentina. Y allí esa palabra romántica y magna toma su mayor descomposición y se desploma, como se cae una ilusión.
¿De que se trata precisamente la democracia? ¿No es acaso el mejor sistema que pueda adoptar un país? ¿No es también una alta expresión de libertad e igualdad?
Aquellos planteos cobran una gran falsedad con tan solo señalar la pobreza que oprime y esclaviza, y la desigualdad que excluye y empobrece. Producto únicamente del descuido, la conveniencia y esa puja de intereses sociales que tan bien describe Karl Marx. Lo que él denomina la lucha de clases.
La democracia no ha garantizado, o al menos en una gran porción, todo aquello que pretendía y pregonaba. Su debilidad ha dado lugar a sangrientas dictaduras y totalitarismos. Lenin en su El Estado y la Revolución afirma que la mejor manera de instaurar la dictadura del proletariado es a través de una débil democracia derribada por la agitación social armada.
El retorno de la democracia en nuestro país en 1983 es un claro ejemplo de esto que menciono. Parece que ese noble sistema disfraza con palabras cálidas y novelescas el fetiche de unos oportunistas y la desdicha del conjunto. La diversión de los gobernantes y la infelicidad del Pueblo. Una gran contradicción si es el mismo Pueblo quien gobierna a través de sus representantes. Que no solo no lo representa, si no que lo engaña y  adula. La doctrina del pan y circo.  Bien dijo Rousseau. “Nunca ha existido una democracia y jamás existirá”. Hoy, varios siglos después yo digo que jamás se ha visto una autentica democracia, es decir que persiga su finalidad: el bienestar del Pueblo, por el Pueblo y del Pueblo como lo exclamo Abraham Lincoln. Pero si es posible que halla una. Es esta la finalidad de este escrito.
En el presente artículo intentaré abordar la cuestión de la democracia como sistema de gobierno. Los principales peligros que la conducen o a una semi-anarquía – entendido como la ausencia de poder – o a cierta dictadura – cuando las instituciones y los tres poderes reposan en una sola mano-
Para ello, analizando esta cuestión con argumentos históricos y teóricos de algunos pensadores, daré mi opinión acerca de  una renovación de la democracia sobre bases, no diría nuevas, pero sí olvidadas.

I - De la base y principios de la Democracia.
Bien dijimos al comenzar este ensayo que democracia significa el gobierno del pueblo. Pero ¿Qué quiere decir precisamente esto?
La urna. Un claro símbolo democrático.
Dejando para los soñadores y los teóricos la pavada de que el pueblo se gobierna a si mismo, podemos afirmar que es la elección de la mayoría de sus representantes. Es decir, de sus gobernantes y legisladores. Una vez efectuada dicha elección, el poder que reposaba en el voto se diluye y pasa a las manos del gobernante. Ya la mayoría no gobierna ni elige hasta una nueva elección o plebiscito – cuando no se da a conocer su opinión mediante revueltas o protestas -, y entonces los magistrados comienzan sus orgías políticas y la democracia se descompone, no sin antes empobrecer al Pueblo, o defraudarlo.
Pero hay algo de cierto en lo que Aristóteles expone sobre la democracia.
“La igualdad es la que caracteriza la primera especie de democracia y la igualdad fundada por la ley en esta democracia significa que los pobres no tendrán derechos mas extensos que los ricos, y que ni uno ni otros serán exclusivamente soberanos, si no que lo serán todos en igual proporción. Por tanto, si la libertad y la igualdad son, como se asegura, las dos bases fundamentales de la democracia, cuanto mas completa sea esta igualdad en los derechos políticos, tanto más se mantendrá la democracia en toda su pureza
A ello después agrega que la ley es la que gobierna, y nada ni nadie puede sobrepasarla, no sin antes haber degenerado en otra especie de gobierno. Sea una autocracia, una tiranía o  régimen autoritario.
De lo que se deduce que la igualdad ante la ley y la libertad son el pedestal de la democracia.
Dicha estructura es la que prevalece hoy en la mayoría de las democracias modernas, incluyendo nuestro país.
Toda asociación tiene una finalidad: su conservación. Y la conservación es proporcional al bienestar de la asociación. Este es el principio de la comunidad política como lo señala Locke.
La democracia como forma de gobierno fija su objeto en la prosperidad del Estado y el Pueblo para su perduración bajo los principios de igualdad ante la ley y libertad. Para garantizar dicha finalidad y dando forma y organización al gobierno se sanciona una Constitución. Es este el límite del que habla Aristóteles que no puede sobrepasarse. Límite volátil y vulnerable para los gobernantes de hoy que solo ven como margen su propio capricho, y su desesperada ambición.

II – De la relación entre Soberanía y Democracia.

Mucho se ha escrito acerca de la soberanía. El buen Rousseau quizás ha sido uno de los percusores modernos de este concepto fuertemente vinculado al Pueblo. Sin embargo sus opiniones son erradas y cuando no imposibles. Entre tantas, sostiene que la soberanía es indestructible, inalienable e indivisible. ¿Qué significa esto?
 Pongamos un gobernante que bajo las armas enmudezca la expresión libre de dicha soberanía. Pocos, muy pocos serán los que se atrevan hacer frente al plomo y la pólvora para defender la “soberanía del Pueblo”. Mejor quedarse mudo y quieto en donde se está. De este pensar prosperan las dictaduras.
O sin recurrir a un dictador imaginemos aquel que le conviene que el Pueblo este dividido. Un método más económico, menos cruento que la represión y mas barato en cuanto a costo político. Entonces surgen las divisiones, las pujas celosas y cobran fuerza las facciones. El interés público deja de tener prioridad, sustituyéndose  por fines particulares. Y la soberanía  es arrebatada por engaño, como a un niño pequeño se lo distrae para quitarle su sonajero. Así se reforman las Constituciones y permanecen muchos déspotas maquillados de democracia en el poder. Hugo Chávez en Venezuela es uno de ellos.
La soberanía, como señala Maritain, es un concepto en constante transformación. Antes se la atribuía al Rey como imagen de Dios, y que dicho poder supremo emanaba del Creador. Una noción tan descabellada no es propio abordar. La historia y los reyes hablan por si mismos.
¿Por qué el Pueblo ostenta la soberanía?
He hablado hasta ahora de esta palabra sin definirla. Pero me centraré en su atención en relación a soberanía y Pueblo.
La soberanía reposa en la idea de independencia y poder supremo. Es la resultante de estos dos vectores. La capacidad de discernir, elegir y disponer de medios o cosas para un fin. Es, en síntesis, la posesión de un todo.
Ahora, puede hablarse de Estados soberanos. Es decir de países independientemente unos de otros, a tal punto que pueden declararse la guerra o entablar algún tipo de negociaciones o alianzas. O la unidad de varios Estados amigos, como la ONU, que sin perder su autonomía gozan de una relación de parcial unidad y amistad entre si.
Pero situándonos en lo concerniente al Pueblo ¿Dónde se halla la razón de que éste es soberano?
La soberanía es uno de tantos conceptos míticos y románticos que sirvieron para destronar reyes y déspotas como producto de sus crímenes y abandono contra sus propios súbditos. Aún me planteo en profundidad filosófica el tema de la soberanía…
Desde una perspectiva simplista la soberanía reposa en el número, es decir lo mayor o mayoría. Esta expresión desploma la noción de un Rey absoluto que tiene el poder y el derecho de gobernar hasta el punto de elegir su sucesor o cometer los desmanes que se le plazca.
Bien puede un Gobernante usurpar o hacerse con el poder. Pero si descuida a sus gobernados pronto éstos pedirán su cabeza. El Gobernante puede reprimir y apagar las revueltas en su contra, hasta un punto que sea irreparable, las balas no alcancen y su cabeza se exhiba como un trofeo de conquista.
Kadafi ha sido uno de los últimos déspotas  destronados. La supuesta soberanía estaba en sus súbditos oprimidos. ¿Razón? Lo numéricamente mayor es matemáticamente más que lo numéricamente menor. Sus siervos leales no pudieron contra los rebeldes que los doblegaban en números y pasión.
Si la soberanía reposa en el Pueblo, y ésta se expresa mediante la voluntad general. ¿No fueron también los pueblos italianos y alemanes que abrazaron con vigoroso afecto la venida de líderes mesiánicos y totalitarios?  ¿O acaso un dictador se sostiene sólo por las armas y no con un apoyo mayoritario de la comunidad, sea por temor, sea por simpatía? Una vez más se descubre la idea roussiana de que la soberanía no puede errar.
La soberanía descansa y brota del pueblo por una cuestión de número y no por ideales míticos y románticos. Porque bien puede constituirse un gobierno autoritario y hasta hereditario. En cuanto sufre un descontento popular peligra la seguridad de su régimen.
¿O porque tengo que obedecer una ordenanza que me destierra de mis bienes porque a la mayoría hambrienta y engañada  le plazca instaurar un gobierno comunista? Tendré que ceder no porque la soberanía es justa y perfecta. Mas bien porque las mayoría me arrebatará hasta la propia vida.
Para concluir con nuestro análisis, el poder de la soberanía se haya en el número, es decir la multitud. Es por esta deducción que dicha potestad la ostenta el Pueblo, y no el Estado o un gobernante o asamblea de ellos.
En la democracia la soberanía se ejerce mediante el sufragio. Otorgando en sus representantes las facultades de poder. Que no son supremos –pues los magistrados están sujetos a cierto control de sus funciones, por más que esto contadas veces se cumpla y muchas más se burle - , ni se ceden por completo como pretenden Hobbes y Rousseau – el poder soberano vuelve a las manos de los votantes al finalizar los mandatos de los gobernantes mediante nuevas elecciones -.
La idea de una soberanía total sea del pueblo, o correspondiente a un hombre o asamblea de ellos, como también al propio Estado, no es más que un bruto artificio. Esta noción tan peligrosa es el claro germen que hacer brotar o totalitarismos, o espurias democracias manchadas de sangre, gemidos y corrupción; arrastrando al Pueblo hacia pesadas cadenas, o haciendo pagar a altísimos costos la cuenta de sus errores.
La soberanía es parcial en cuanto tiene límites. Ella no puede ser absoluta en ningún sentido. ¿A quién le corresponde? ¿Si el Pueblo la posee únicamente en el momento que el ciudadano tiene la boleta en su mano próxima a depositarse en la urna? ¿O  si el Gobernante está sujeto a muchas trabas por más que las burle, una de ellas es ceder ante la presión o popular, o extranjera o interna? ¿Y si el Estado no es más que un instrumento que manipula el gobernante que mencionamos recién?
Es un error grave hacer descansar exclusivamente la democracia en la soberanía del número” (Aristóteles)
Por lo que me pregunto si es correcto hablar de soberanía propiamente dicho…

III – Del motor o principio que debe poner en marcha a  la Democracia.


Toda buena idea es bella en cuanto la inspiran bondadosas y provechosas aspiraciones. Toda idea es grande y hasta perfecta, pues intenta correr detrás de algo bueno. Sin embargo, cuando ésta busca aplicarse o efectuarse, enseguida choca contra las fricciones de la realidad. La idea se empobrece, de tantos golpes se deforma y a poco o nada ha llegado como se pensó.
Esta es la base del fracaso de grandes teorías políticas que decaen cuando se instauran. El hombre todo lo hecha a perder.
La democracia, después de la aristocracia del mérito, es en la teoría el mejor de los gobiernos que pueda haber. Ella da la idea de rectitud, justicia es su estricto sentido, transparencia y progreso, además de libertad e igualdad que son el pedestal en donde se apoyan.
Pero ¿cuántos países se han empobrecido en las democracias? ¿O no han sido las enfermizas y tambaleantes democracias las que han originado dictaduras, revueltas con sus costos en vidas humanas o totalitarismo? ¿O no es la democracia un cuento de terror narrado en forma de poesía? Ya hablaremos de ello.
Veamos algo del buen Montesquieu:
El gran escritor del Espíritu de las Leyes señala que la democracia debe tener como principio, es decir el motor que la impulsa para su fin en el cuerpo político, a la virtud. Dicha idea también es sostenida por Platón, Aristóteles y hasta Maquiavelo.
Pero ¿de que se trata esta virtud? Montesquieu expone: “Lo que yo he denominado “virtud” en la República es el amor a la patria” Una idea muy general y abarcativa para tratar. Pero sigamos.
El amor a la Patria debe ser el primer ideal que ostenta la virtud, digámosle la virtud política. ¿Acaso, en teoría, un postulante a funcionario o gobernante no ansía ese puesto para trabajar por el bienestar de la sociedad, y trabajando por el bienestar de la sociedad no se hace un bien al país al que se pertenece y desea servir? Si. Lo triste es que contadas veces se vea esto. A mayor poder, mayor ambición. A mayor ambición, mayor corrupción. Esta es una de las reglas del poder.
Continuemos.
Bien dije que la virtud política se construye bajo la base de amor a la patria o servicio a ella. También el refrán dice que el infierno esta lleno de buenas intenciones. Sin duda.
Por lo que amando al país no se logra nada. Es menester que ese amor sea fructífero y se efectúe. ¡Cuantos han sido los personajes que después de su narcisismo, quisieron ver engrandecido a su país! Bonaparte fue uno de ellos. Y así terminó.
Un político además de vocación de servicio, debe contar con un alto sentido del honor. ¿Qué quiere decir? Que tiene que soportar las tentaciones, el rechazo al lujo, el oportunismo, el lucro y los progresos de la corrupción en todas sus vertientes. El honor es aquel escudo que resiste esas embestidas, manteniendo al soldado con los pies firmes sin haber retrocedido un paso.
Sin honor, el hombre se descompone, y todo decae en ruina. Ahora ¿Qué sucede si el honor se diluye por la atmosfera putrefacta propia de la política? Alguien escribió. “El honor es como la virginidad, una vez que se pierde ya no se recupera”. Además esta noble cualidad jamás se quiebra ni se troca, o nunca fue honor. Muere, resiste y acompaña al individuo hasta su deceso. No hay excepción.
Podemos tomar nuestro concepto de honor como un equivalente a honestidad u honradez, pero el honor es más que esto. Es la más alta expresión de la sinceridad y rectitud.
Con ideal patrio y honor, tampoco se llega a mucho. Será preciso dotar a nuestro hombre de espada, habilidad y coraje, de modo que pueda ser vencedor en la arena política.
Para ello debe contarse con ciertas capacidades propias para el ambiente en el que se relaciona o relacionará. Y por ello se entiende a la astucia, en su sentido de saber aprovechar y obrar en los momentos oportunos, las debilidades del oponente, el conocimiento de la situación, tomar ventaja, perseverar, etc.
Un alto razonamiento o sentido de juicio. Propio para afrontar las crisis y que es preciso sacrificar, o a que debe darse más importancia según las circunstancias.
La oratoria y el carisma son elementos más que esenciales, pues si no se logra atrapar la atención del publico ¿a que se llega? ¿Quién lo conocerá o lo querrá en algún cargo en la que una sociedad predominante por los medios de comunicación de la figura y lo mediático prevalecen permanentemente?
Considero estas cualidades como la constitución de la virtud política. De seguro hay muchas más para pensar e imaginar, sin embargo será pedir mucho o ver algo inexistente en los hombres de hoy.
La virtud política es más que primordial para afianzar una próspera y sana democracia. Ello hará un buen gobierno, y un buen gobierno un gran país.
Volvamos a las enseñanzas del buen Montesquieu:
“Cuando la virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la codicia se apodera de todo lo demás. Los deseos cambian de objeto: lo que antes se amaba, ya no se ama; si se era libre con las leyes, ahora se quiere ser libre de ellas; cada ciudadano es como un esclavo escapado de la casa de su amo; se llama rigor a lo que antes era máxima; se llama estorbo a lo que era regla; se llama temor a lo que antes era atención. Se llama avaricia a la fungibilidad y no al deseo de poseer. (…) pero cuando la virtud se pierde, el tesoro público se convierte en patrimonio de los particulares. La República es un despojo y su fuerza ya no es más que el poder de algunos ciudadanos y la ruina de todos”
Muchos dirán que todo esto que brevemente expuse sobre la virtud política es mera ilusión, pura utopía, uno más de esos ideales ficticios que solo se hallan en las cabezas soñadoras y los libros teóricos. No obstante, no veo otro camino que la virtud para hallar un buen gobierno y una sana y respetable democracia. Todos los demás medios y empeños se desplomarán al fin.
Aunque añado: lean la vida del general George Washington. Él ha sido un claro exponente de lo que traté aquí.
Por regla común, el respeto y cumplimento de  la ley, la Constitución, la separación de poderes, una correcto funcionamiento de las instituciones del Estado para la comunidad, el castigo mediante la justicia a los descarrilados, corruptos y delincuentes, el ferviente empeño en erradicar la pobreza del propio país, y cuantas cosas más, como salud, educación y trabajo, son los principales signos en los cuales puede deducirse de la efectividad de un gobierno democrático que vela, como un centinela, por la integridad de la República y el ciudadano.

IV – De las enfermedades o descomposiciones de la Democracia.

No nos vamos a permitir trazar un modelo de gobierno perfecto. Ni tampoco describir con iluso entusiasmo las cualidades propias de nuestro sistema utópico de gobierno. Caeremos en el mismo error que frecuentaron muchos pensadores. Separar la realidad de lo ideal. Lo inalcanzable de lo posible. Esta regla, que nos sirve para no andar ebrios en nubes soñadoras de vapor, no amerita por ello apartar los rectos principios que debe portar un hombre honrado. De lo contrario, sea en corto o largo tiempo, nos corromperemos y ese será el comienzo de nuestro ocaso, y la frustración de lo que una vez fue un sano proyecto.
Para hablar de política y sus fines es preciso entender y hablar del hombre. No puede concebirse ni un gramo de ideas si no se comprende la naturaleza del hombre. Todo lo demás será ficción.
Los Caníbales, de Goya. Los hombres se depredan así mismos.
Hobbes escribió: “El hombre ama la libertad y a la vez, el dominio sobre los demás”. Ya será oportuno desglosar esta ecuación filosófica que el buen Hobbes pensó. Comprende mucho más que las contradicciones entre libertad y opresión.
Al común del hombre le gusta mandonear –que dista mucho del mando que exige comprensión y resolución – y no obedecer más que sus impulsores caprichos. La obediencia no es más que sinónimo de esclavitud para el. Sin embargo se la exige a los demás como un mandato religioso o una sagrada doctrina.
Le encanta que lo alaben, y a la vez que le teman. Disponer e imponer de lo que sea.
Le robaría la eternidad infinita al mismo Dios si pudiera. Todo con un solo propósito. Mantenerse en el poder. Ya Maquiavelo sostuvo que el primer principio del poder no es el servicio a la comunidad, ni el bien común, ni nada de ello. Si no su conservación.
Es ésta la clara razón del porque el hombre ansía ese espacio, esa cumbre de dominio para él y el vació para los demás. Se depreda a si mismo, entre semejantes, para no acatar las ordenes de nadie, si no al imperio de sus ambiciones que desea expandir hasta destronar a quien tenga ese vicioso privilegio. El hombre es el lobo del hombre…
Ningún sistema de gobierno es malo. Cada uno de ellos, de manera diferente busca instaurar un orden y una armonía entre gobernantes y gobernados. Pues, ya mencionamos que la finalidad del cuerpo político o la organización de una sociedad con su respectivo Estado, administración, leyes, etc.; es la conservación de la misma, es decir promover su bienestar para hacer perdurable su existencia.
Una monarquía, si es ejercida por un buen rey no sería perjudicial, como así tampoco una democracia. La antítesis del primero.
Lo que erra y contamina todo es el hombre en su facultad de ambiciones de poder y dominio. Y si, como en el caso de una monarquía, el poder reside en una sola mano claro que es peligroso y ruinoso aquel sistema.
Las democracias propias de nuestro tiempo - porque cada sistema de gobierno corresponde a procesos y circunstancias correspondientes y únicas de la historia- no es la excepción.
Vamos a tratar aquí de que manera se descomponen las democracias, entendiendo como aquel germen originador al hombre contaminado por la política.
Ya desde de los primero escritos de política, quizás con Platón y su Republica, se ha tratado la manera en que los diversos sistemas de gobierno degeneran. Es decir, como una democracia o una aristocracia pasan a oprimir a sus gobernantes en vez de garantizarles prosperidad.
Bien se entienden según la tradición antigua, tres formas de gobierno. A saber: Monarquía (donde el poder reside en una solo hombre), Aristocracia (donde el poder se expresa en un conjunto selecto de hombres) y Democracia (donde la mayoría es quien ostenta el poder o soberanía)
Claro que hay muchos tipos de monarquías, aristocracias y democracias. Hay monarquías absolutistas, parlamentarias, dinásticas y teocráticas que es casi lo mismo que la absolutista con algunas variaciones en su fundamento o concepción. Como aristocracias selectivas, electivas y hereditarias.
De lo que en la presente parte del escrito nos ocuparemos es de la democracia. El sistema más común en el mundo moderno, y el que rige afortunadamente en nuestro país.
¿De que manera se degenera la democracia?
Por regla general podemos decir que hay dos casos.
Primero: Cuando el poder se diluye debido a la ausencia autoridad por parte del gobierno vigente.
Segundo: Cuando el poder pasa a concentrarse en una sola mano.

Continuación. De la ausencia de poder.
Quizás sea esta una de las tragedias más funestas para el porvenir de un país. El vacío de autoridad no solo quiebra la solidez institucional propia y necesaria para un buen funcionamiento del Estado. A espalda de la crisis, los oportunistas comienzan a tejer alianzas para turnarse en el poder mediante negocios fraudulentos, cuando no otros saquean los recursos de la nación a través de decretos que nadie ve ni controla producto justamente, de la ausencia de poder. Si a ello agregamos las constantes revueltas que se originan, destrozos, y falta total de la Ley, todo es un caos y el país inexorablemente no tiene más que unas pocas alternativas.
La crisis del 2001 en Argentina, demostró las consecuencias de  la ausencia de poder.
O el que sucede al gobierno desertor no puede controlar las manifestaciones ni el desorden socio político y económico, y debe marcharse, continuando así la confusa acracia. O llega al poder un gobierno que con el pretexto de la crisis imperante acumula insaciablemente el poder para frenar aquellas sediciones y una vez cumplido esto, se perpetua en el poder. Estamos entonces ante una anarquía en el primer caso –entendida como la falta de autoridad política-, y ante un gobierno tiránico en el segundo. La resultante de esto no puede ser más funesta. El fracaso de ambos proyectos, y la sucesión de prolongados proceso de crisis que empobrecerán y devastarán al país.
¿Acaso la historia no nos señala que luego de la destitución de un gobierno producto de su misma incompetencia e insuficiencia de resolución se avecina una seguidilla de levantamientos sociales y conspiraciones políticas dando rienda suelta a la clara venida de un falso líder mesiánico?
El jacobinismo, el nacionalsocialismo y el fascismo son los exponentes más aberrantes que la historia moderna de la humanidad nos demuestra.
Todos llegan al gobierno aprovechándose de las crisis en sus países. Todos buscaron conservar el poder mediante el terror, la persecución, los asesinatos, y la imposición de un pensamiento homogéneo que rinda culto a su figura. Todos también fracasaron y arrastraron al infierno su propia vida y a su país.
No hace falta hacer mucha memoria para recordar el desgraciado diciembre del 2001 que aniquiló la institucionalidad política en la República Argentina. Sus consecuencias, pese a una leve –y no por ello algo falsa- recuperación continúan padeciéndose. Llega un hombre poco conocido al poder, y unos años después instaló un modelo hegemónico, faccionista autoritario que hasta el día de hoy mantiene la dirección del Estado que lo apropiaron como elemento suyo.
Ahora bien ¿qué elementos son lo que originan la ausencia de poder?
Los hay tantos como pueda expresarse la imaginación humana. Pero podemos decir el más general. Un gobierno vacilante, dubitativo, irresoluto, tímido, impopular o de baja aceptación. Estas condicione dan lugar para fortalecer y armar a los opositores. Que no buscan el bienestar de la sociedad si no la destitución de sus oponentes  para que luego ellos se alcen con el gobierno. Nadie viene a trabajar a favor del Pueblo, si no a sacar cuanto provecho puede.
Estas facciones van conspirando con los poderes económicos y sociales - es decir el empresariado, los sindicatos, etc.- de modo que puedan dar el golpe oportuno y cauteloso para no ser tildados de sediciosos ni golpistas. Calificativos terminales y ruinosos en los días de hoy tras las heridas de los procesos dictatoriales.
Sin embargo, me atrevo a observar que el gobierno no será desplomado hasta que una marcada revuelta social se manifieste. Este suceso solo puede desencadenarse bajo un solo método: que se toque el bolsillo del ciudadano.
Así cae un gobierno de una manera que no necesita gente uniformada, ni aeronaves sobrevolando las casas de gobierno, ni fusiles con sus bayonetas.
No por ello deja de allanar el terreno para una dictadura explicita o maquillada de democracia.
Cuando un gobierno cae es imposible que no arrastre consigo al país.

Continuación. De la concentración del poder.

Vamos a ver algunos renglones escritos por Locke:
John Locke.
(…)Otras formas de gobierno están igualmente expuestas a ella: porque siempre que el poder, puesto en cualesquiera manos para el gobierno del pueblo y la preservación de sus propiedades, sea aplicado a otros fines, y sirva para empobrecer, hostigar o someter las gentes a irregulares, arbitrarios mandatos de los encumbrados, al punto se convierte en tiranía; bien los que tal usaren fueren muchos o uno sólo. Así leemos de los treinta tiranos de Atenas cómo de uno en Siracusa; y el dominio intolerable de los decenviros en Roma no fue cosa mejor (…) Siempre que la ley acaba la tiranía empieza (…)”
¡Con cuanta verdad nos ilustra la pluma del buen Locke! Quiero resaltar. “Siempre que la ley acaba la tiranía empieza”.
Para hablar de tiranos no hace falta que venga a nuestra imaginación la figura de Cayo Julio, Nerón, Darío de Persia, o cualquier personaje de la antigüedad que se nos ha dicho en las escuelas que fueron tiranos.
Alegoría de la demagogia
Tampoco es necesario que una tiranía sea algo propio de las monarquías, autocracias y totalitarismos. Las democracias que dicen ser el antídoto para evitar justamente las tiranías, no hacen la excepción. Allí también el hombre se las rebusca para prolongar sus ambiciones de poder y abuso. ¿Cómo? Cuando se tuerce la Ley, se diluye la separación de Poderes para concentrarse en el capricho de una persona que generalmente es el Jefe de Estado, cuando los corruptos no son investigados ni enjuiciados, se encadena a funcionarios y magistrados al apetito de una sola voluntad, y tristemente cuando se borra a la Constitución que reglamenta y da forma al gobierno, para conservar a un mandón en el poder.
Entonces el interés público ya no tiene importancia. No existen las reglas, porque la ley solo son un montón de letras que nadie recuerda, ni le conviene recordar. Se atonta a la sociedad con pan y circo de modo que si hay algún atento o despabilado no pueda ver las orgías políticas de los magistrados que saquean los bienes de la Republica para abultar sus propios bolsillos.
Las facultades extraordinarias pasan a ser legales, que no por ello dejan de ser ilegítimas y un claro atropello hacia la salud democrática. Se gobierna de acuerdo a los decretos o al Congreso Legislativo que pasa a ser una escribanía del Ejecutivo.
Los abusos de la democracia pueden ser de diversas vertientes tantos como los medios se empleen. Así tenemos los populismos que no son más que la excitación de la demagogia y el adormecimiento de las masas bajo la doctrina del pan y circo. Porque creyendo estas que se las ampara, se las engorda como ganado. Y así como los animales obedecen al que les da de comer por más que su amo los maltrate, así las masas acatan las directivas de sus jefes porque éstos únicamente los utilicen como pedestal de sus fetiches.
Podemos citar a aquellas democracias de carácter oligárquico donde el poder se reparte entre los sectores de mayor adquisición económica. Y la dirección del Estado les da los medios cómodamente suficientes para acrecentar sus riquezas a costa del empobrecimiento general del país.
Además están aquellos de carácter autoritario donde la ley es el antojo de quien ostenta el mayor cargo en la dirección de la República. Nada se hace, nada es lícito si no es acorde a la voluntad del Jefe de Estado. No se respeta la separación de poder  porque no la hay, pues los magistrados son sus sumisos vasallos; sean senadores, ministros, diputados o jueces.
Sin embargo, están la combinación de estas tres degeneraciones de la democracia. Como diría el usual vocablo criollo “un poquito de todo”.
Así el gobierno de Chávez en Venezuela o el de Cristina Kirchner en Argentina son astutamente un conglomerado de la más putrefacta democracia. Instalando en la sociedad implementos mecánicos a través de la propaganda demagógica, el despilfarro del erario público para engordar a las masas ignorantes, el reclutamiento de mercenarios y adulones que hagan defender el Gobierno contra aquellos osados que se atrevan a criticar sus abusos. La fiera embestida contra aquel que piense distinto. Los casos de corrupción que permanecen impunes, y el culto bobo hacia la figura del régimen unitario y presidencialista que prevalecen en los dos países que citamos de Sudamérica.
Ambas Republicas se van sujetando a pesadas cadenas. Ambas Republicas van dejando de ser Republicas para ser trono y cetro de los desenfrenados Jefes de Estado.

V-Conclusión.

Siento que todo lo que traté aquí es insuficiente. Hay más por decir, más por analizar y más por escribir. Sin embargo, la idea de este ensayo es no ser aburrido porque si no ¿quién lo leerá? Pero tampoco es su propósito carecer de argumentos pues entonces seré un charlatán.
Alberdi. Un gran defensor de la Democracia.
Me introduje en un tema demasiado basto para mis conocimientos. No obstante, a medida que lo fui trazando con grandes cuestionamientos me di cuenta de algo que hasta el momento no había tomado como parte de mis convicciones. La democracia es un mal sistema de gobierno, y lejos de ser esa utopía tonta que hoy los demagogos nos intentan vender y de la cual se llenan la boca hablando, está llena de abusos, corrupción y claro está el empobrecimiento y ruina de los país. Solo basta engañar a la sociedad, y la urna dará su veredicto. No es algo difícil de ver. La democracia es entre tantas cosas, el lindo maquillaje con que se empopan la cara aquellos lobos de los hombres como dijo Hobbes. La clase política. ¡Si hay alguno bueno que de un paso al frente!
Es un mal sistema si. Pero es el mejor de los que puede haber.
Allí por lo menos no se recortan las libertades individuales, todos –aunque  no se cumpla- somos iguales ante la Ley. Cada uno puede pensar diferente, escribir diferente sin necesidad de ser perseguido o ajusticiado. Los ciudadanos optan por sus representantes, mas allá de que ni los conozcan, ni los representen. Pero elijen.
La democracia da lugar a manifestarse ante una situación de descontento. A escoger que diario leer o que programa informativo mirar. A planificar su casa y trabajo sin que el Gobierno, como en el caso del comunismo, le diga hasta que dimensiones puede construir su hogar y que oficio tiene que ejercer.
Los derechos del hombre tienen mayor asiento. A pesar de que se los manipula con fines grotescos y separatistas.
Pregona la distribución del ingreso para conseguir cierta armonía económica entra las clases. Aunque todo ese caudal de dinero sea para aquellos que se enfiestan a costa de la función pública.
Es el mejor sistema bien dije, pero no es bueno. Lo que aquí falla, lo que descompone a la democracia no es su esencia misma que en la teoría es una de las más nobles y justas. Lo que degradada aquellas metas es el mismo hombre en sus ansias de abuso y dominio. Por ende, no es aconsejable mudar la democracia por otro sistema en donde el exceso de poder se ejercería atropelladamente de una manera asquerosa, impune, arbitraria y permanente. Lo que debe cambiar es el hombre. El único y claro germen que todo contamina y echa a perder las cosas. ¿Cambiará el hombre? No lo sé. Pero pueden mudar sus vicios por virtud. Todavía hay hombres justos y honrados. Hay que guardar las esperanzas, lejanas o imposibles, de que algunos de ellos algún día, puedan desde un gobierno trabajar por la prosperidad del país.
Es provechoso defender la democracia. Tanto contra la quieren extinguir, como contra quienes se la apropian como posesión personal. Todo aquel sujeto que sus acciones políticas den el claro indicio de “¡La democracia soy yo!” expone la contaminada ambición que hacen enfermar a la salud democrática. 
Para terminar esta parte quiero añadir una profunda frase que, para quienes la contemplan, encierra la integridad esencial de la democracia. 
"Como no sería esclavo, tampoco sería amo. Esto expresa mi idea de democracia" Abraham Lincoln.
"La democracia es la libertad constituida en gobierno, pues el verdadero gobierno no es mas ni menos que la libertad organizada" Juan B. Alberdi.
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EL CAÑON o Principios de la Política; 3ra publicación. La Guardia del Sur.