"Mas los bravos que unidos juraron, su feliz libertad sostener; a esos tigres sedientos de sangre, fuertes pechos sabrán oponer"

domingo, 31 de julio de 2011

El Patriota de delantal.


El servicio y la entrega del Dr. René Favaloro.

Hacía unas semanas, como hago siempre que mis tiempos lo permiten, fui a merodear varias librerías a ver qué cosa nueva se publicaba. Visité los rincones de filosofía, ensayos, sociología,  pero siempre finalizo en el mismo lugar, historia.
Allí mis ojos recorrían rápidamente los títulos de montones de libros acurrucados sobre el estante.  Muchos ya conocidos. Empero, en esa veloz pasada, se centraron en una pregunta a modo de título. ¿Conoce usted a San Martín? Rápidamente mi orgullo izo esbozo de sonrisa,” ¡cómo no conocer al gran Capitán!”  Y sin más, proseguí con la vista hasta clavarse hondamente en un nombre, su autor; un humilde escritor ajeno profesionalmente al mundo de las letras. Se reflejó entonces la sorprendente distinción, René G. Favaloro.
Mi memoria comenzó a ejercitarse para retrotraer a modo de archivo, todo aquello concerniente a este hombre.  Poco sabía, mucho estaba despertando al respecto. Entonces, sintetizó mis pensamientos la siguientes oraciones y palabras: “Fundación”, “Bypass”, “Médico”, “Suicidio”, “un gran hombre”….
Tomé atónito aquel pequeño libro y comenzé su lectura. Cada tanto, lo cerraba, dejando mi dedo índice en la hoja para no perderla. Y volvía a mirar el nombre del autor. Rene G. Favaloro.
¿Qué hace un médico escribiendo sobre el general San Martín? Me preguntaba. Hallándome desconcertado, al desconocer completamente el entusiasmo de Favaloro por la historia, la hazaña de grandes personajes, los principios, la ética, los valores, la Patria.
Mientras recorría aquel interesante bosquejo sobre la vida del Libertador, puede hallar la simetría entre estos dos personajes. Quien escribe, sobre de quien escribía.  Reflexione al respecto, que pese a que uno ostentaba un uniforme de armas y el otro un guardapolvo blanco, los unía antes que nada, la vocación de servicio desinteresado, la entrega en vida en aras del bien común, el fervor patrio y el culto hacia el honor y la verdad.
Ambos actores extinguieron su vida por su país. Pudiéndose  quedar acumulando riquezas, uno en Buenos Aires o Chile liberado, el otro en Estados Unidos donde le ofrecían millonarias cifras por sus conocimientos en medicina, prefirieron darse a su Patria; consumando sus fuerzas en pos de una siembra que aún no se cosecha. San Martín muere apenado en el exilio. Favaloro se suicida de un disparo.
¿Por qué los grandes hijos de este país finalizan su vida de forma trágica, cruel, y aún en la posteridad bajo la sombra del olvido?  ¿Cuál es la razón casi a modo de comedia surrealista que lleva a los individuos corruptos y malhechores a gozar de cuánto pueden a costa del sufrimiento ajeno, y aquellos que se dan a los demás solo hallan penurias, persecuciones, y derrota?  Cristo mismo padeció en la cruz, ¿será acaso esa la recompensa de los hombres de buena voluntad? …
Hoy no escribo sobre personajes románticos de la historia nacional. No expondré acerca de Brown, las aventuras curiosas del corso de Bouchard, ni de la valentía de Güemes, ni de Belgrano, ni siquiera del mismo San Martín. No. Quiero dar mi humilde exposición, a modo de homenaje y reconocimiento, sobre un prócer más moderno. Que no lució otro uniforme más que un delantal. No comando ejércitos, ni escuadras. Ni figura en una épica estatua ecuestre en alguna plaza. No mató, ni ajusticio, ni nada de ello. Como quien dice, hiso patria de una manera brillante. Salvando vidas. Sin otro fin que ese, devolviendo vitalidad y alegría a familias e individuos agonizantes y desesperados.
Atendió pobres, sin recibir ni pedir nada al respecto. Alzó siempre su voz denunciando a aquellos vándalos y partidarios del dinero que todo lo echan a perder. Se formó, estudió y perseveró. Y todo ello, lo volcó a su país. De esta manera comprendo la razón de aquel libro que brindó Favaloro al público. Pasó, como él dice, tres semanas encerrado leyendo, investigando y analizando la vida del Libertador.  
Hay algo que no puedo dejar desapercibido. Poco antes de quitarse la vida en su despacho, Favaloro escribe una carta donde hace mención a semejante decisión. A ello atribuye claros designios de derrota. La nula respuesta de  considerados individuos para socorrer a su fundación endeudada a raíz de sus desinteresados servicios. El progreso impune de aquella raza de mentirosos, oportunistas y corruptos. Apunta a la sociedad enferma de egoísmo y ceguera. En fin. Dejaré que el lector la lea, se conmueva y por ende tome sus reflexiones al respecto.
Todos los grandes hombres coinciden en algo pese a los siglos, obra y realidades que los distancia. El servicio en aras del bien ajeno. El Martín Fierro da una cálida enseñanza al respecto:

"Y he de decir ansí mismo
porque de dentro me brota,
que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota"

Yo por mi parte, brindo este breve escrito como un humilde homenaje a quien llamaré el Medico de la Patria. Un digno hijo que admiró a San Martín por su coherencia entre las ideas, las palabras, y la obra; su rectitud en la vida, su entrega hacia los más necesitados. Por ello, el gran Capitán no es más que aquel que vivió como él. ¡Dios los tenga en su Gloria!

Carta del Dr. René Favaloro poco antes de su deceso.
“Creo que vale la pena leerla con detenimiento y reflexionar que cosas aún tienen arreglo en Argentina y que cosas ya no sirven y son descartables. Pero por sobre todo creo que hoy en nuestro país lo que necesitamos es distinguir claramente cuáles son las cosas por las que vale la pena luchar, por las que vale la pena invertir nuestro tiempo y nuestra energía apostando a un futuro mejor.
Este creo que no es un mensaje de muerte, sino un mensaje de vida dirigido a todos nosotros argentinos de cualquier credo y orientación política.
"Si se lee mi carta de renuncia a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la Argentina (después de haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces.. Volví para trabajar en docencia, investigación y asistencia médica. La primera etapa en el Sanatorio Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles.
Le dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la mayoría de los miembros de nuestro grupo.
En lo asistencial exigimos de entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de aquel entonces.
La relación con el sanatorio fue muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros; la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).
Nosotros con los honorarios pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían entre los médicos proporcionalmente.
Nunca permití que se tocara un solo peso de los que no nos correspondía.
A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro trabajo.
Este era nuestro único contacto.
A mediados de la década del 70, comenzamos a organizar la Fundación. Primero con la ayuda de la Sedra, creamos el departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y luego la construcción del Instituto de Cardiología y cirugía cardiovascular.
Cuando entró en funciones, redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado.
La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto.
¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!
Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.
Lo mismo ocurre con el PAMI. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.
Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros, (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.
El que quiera negar que todo esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.
Los mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.
Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más! De dónde proviene este infundio?Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. ‘Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?’. ‘Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe’. El cirujano ‘de real valor’ además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de los honorarios!
Varios de esos pacientes han venido a mi consulta no obstante las ‘indicaciones’ de su cardiólogo. ‘¿Doctor, usted sigue operando?’ y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.
Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional.
Concurren a los Congresos del American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna ‘lecture’ de significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas, decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los ojos. Pero aquí, vuelven a insertarse en el ‘sistema’ y el dinero es lo que más les interesa.
La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos..
No es la única institución. Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle ‘la operación económica’ y entregará el sobre correspondiente!.
La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es fácil decir ‘no hay camas disponibles’.
Nuestro juramento médico lo impide.
Estos pacientes demandan un alto costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por todos lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC, los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses.. Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.
En Estados Unidos, las grandes instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la investigación por las donaciones que reciben.
Las cinco facultades médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una! Aquí, ni soñando.
Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno de sus logros!. Envié cuatro cartas a Enrique Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.
¿Cómo se mide el valor social de nuestra tarea docente?
Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar.
La mayoría del tiempo me siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic , le decía al Dr. Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don Quijote era español!
Sin duda la lucha ha sido muy desigual.
El proyecto de la Fundación tambalea y empieza a resquebrajarse.
Hemos tenido varias reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ‘sistema’.
Sí al retorno, sí al ana-ana.
‘Pondremos gente a organizar todo’. Hay ‘especialistas’ que saben como hacerlo. ‘Debes dar un paso al costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado’. ‘Debes comprenderlo si querés salvar a la Fundación’
¡Quién va a creer que yo no estoy enterado!
En este momento y a esta edad terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer.
Joaquín V. González, escribió la lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: ‘a mí no me ha derrotado nadie’. Yo no puedo decir lo mismo. A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía cardiovascular. El año pasado debí participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo mismo.
‘¡La leyenda, la leyenda!’
Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga.
Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.
No puedo cambiar.
No ha sido una decisión fácil pero sí meditada.
No se hable de debilidad o valentía.
El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, hable de debilidad o valentía.
El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.
Sólo espero no se haga de este acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.
Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.
En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.
En la Fundación ha comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.
A mi familia en particular a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.
Una vez más reitero la obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.
Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles.
Un abrazo a todos René Favaloro"

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